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El deportista ante la inminencia de viajes

Los viajes representan una problemática específica y diferente de las migraciones. Generalmente, son de duración acotada e implican un estado de tránsito y pasajero, que conlleva precisamente una sensación de fugacidad. Las migraciones, en cambio, implican un afianzarse en otro lugar diferente al propio, con tiempos y estabilidad en lo que hace al proyecto que lo origina y al contacto con los elementos del medio.

Las cuestiones a tener en cuenta durante los viajes son de tipo biológico, psicológico y social. En lo biológico habrá cambios en los ritmos a partir de las diferencias horarias, el sueño, así como la adaptación a lugares, hábitat, sabores, comidas, olores, etc.

Esta situación de tránsito obliga al sujeto a estar en estado de alerta y recurrir a mecanismos adaptativos u homeostáticos que duran cierto tiempo en acomodarse. Este estado de alerta produce liberación de sustancias (adrenalina y dopamina) que generan un aumento del ritmo y frecuencia cardíaco y respiratorio, mayor liberación de insulina, hipertono muscular, en ocasiones espasmo del tracto digestivo, pérdida del apetito, constipación, insomnio, ansiedad. A nivel psicológico, se rompen los códigos que soportan aspectos de la identidad, como también del reconocimiento de cosas básicas (lugar de dormir, casa, comidas conocidas, idioma). Los códigos de identificación (sensación de seguridad, dónde están mis objetos, mi ropa) pasan a ser mochilas que el deportista de soportar.

Existe un estado de stress adaptativo y los mecanismos psicológicos que se activan están relacionados con la supervivencia. Predomina la carga de todo lo sensorial y exteroceptivo, como si fuese un estado constante de “paranoia”. Tener que adecuar horarios diferentes, reservas de hotel, trenes, aviones, buses, requiere estar “despierto” o tenerlo organizado. De lo contrario está el riesgo de “perderse”, desorientarse, confundirse. A un deportista la organización y planificación de estos eventos puede tomarle mayor o menor energía psíquica, atención y preocupación acorde a su personalidad. Todo esto, sumado a tener dinero, cobertura médica, y seguro de los elementos que se llevan en el viaje, se llama lo que denominamos “soportes básicos” requeridos para una situación de tránsito.

Saber cuidarse de ser engañado, estafado o atacado también está incluido en esto.

Cómo un jugador se provea de estos aportes y soportes básicos le brindará mayor disponibilidad psíquica a la hora de enfrentar la competencia propiamente dicha.

De no hacerlo así, son innumerables las razones o cuestiones que planteará en la cancha (desde desconcentraciones a buscar perder rápido para volverse)

Una buena situación adaptativa incluye el trabajo sobre los vínculos solidarios o amistosos con sus pares en la competencia. Esta es una parte del aspecto social. Sabemos que la soledad y el aislamiento no sirven, ya que para la mayoría es un hándicap negativo que genera mayores vivencias de desamparo, soledad, tristeza o melancolía que luego se muestran en la cancha. Tener algún tiempo, aunque mínimo, para interesarse por las personas y tradiciones del lugar permite generar una mayor ligadura emocional que produce efecto de “afloje”. En este sentido, los vínculos afectivos y eróticos también contribuyen.

También se tiene en cuenta el uso del teléfono e Internet para ayudar a sentirse conectado con los seres queridos, siempre y cuando éstos provean de afecto y contención.

En conclusión, nuestro enfoque terapéutico apuntará a mantener el contacto y la contención por algunos de los medios enunciados y enseñarle al jugador a generar la vivencia de presencia. Mediante nuestro tratamiento, ayudamos al deportista a que se arme el holding de planificación y cuidados adecuados para sus viajes programados. Y por último, pero no menos importante, promover la idea de que genere vínculos y ayudarlo a reencontrar aspectos de la mismidad en la diferencia para también poder recrearse con lo diverso y desconocido que encuentre en su nuevo lugar o destino.


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